El hambre y tipos
El hambre es algo que todo el mundo siente y tiene, pero hay veces que esa hambre es diferente y nos puede llevar a comer y sentir de una forma u otra. Esas diferencias se deben a que existen varios tipos de hambre.
Cuando tenemos hambre es importante detectar y saber de dónde viene. Lo mismo cuando comemos, saber qué nos mueve a comer y desde dónde o estamos haciendo. Esto, aunque parezca una tontería, marca una grandísima diferencia a la hora de mantener una relación sana con la comida y con un@ mism@.
A diferencia de lo que mucha gente cree, existen diferentes tipos de hambre más allá del emocional o el fisiológico. Según la pediatra y maestra zen, Jan Chozen Bays, en su libro “Comer atentos”, existen los siguientes tipos (en donde no entraré en detalle ahora): hambre visual, táctil, olfativa, bucal, auditiva, estomacal, mental, social y el que hoy nos interesa, hambre del corazón.
¿Qué es el hambre del corazón?
No siempre el hambre nace de nuestro estómago o de la necesidad de nutrientes. A veces, el hambre surge del corazón.
El hambre de corazón es el hambre que aparece cuando tenemos un vacío emocional. Es el que nos lleva, a tratar de cambiar nuestro estado de ánimo a través de la comida; es decir, para deshacernos de sensaciones y emociones incómodas, como la frustración, tristeza, irritación, aburrimiento, ansiedad, disgusto, enfado, confusión, inseguridad o impaciencia.
Sabemos que la comida, es mucho más que nutrientes y energía, puede convertirse en una medicina instantánea, en un calmante emocional que alivia, suaviza y calla, lo que me duele.
Pero esto es algo normal y todos lo hemos experimentado alguna vez, ya desde bebés y unidos al pecho de nuestra madre o al biberón, nos sentíamos calmad@s y segur@s.
Asociamos que la calma, la conexión y el amor llegan a la vez que la comida.
Aunque muchas veces nos cueste ser conscientes de ello, la comida se convierte en una pastilla mágica con la que intentamos llenar esos vacíos y huecos del alma. Pero, por más que lo intentemos, no hay ningún “superalimento” que logre calmar el vacío de nuestros corazones.
Pero ojo, no estoy diciendo que hacerlo de forma ocasional suponga un problema, ya que la vida NO es LINEAL y el hambre emocional es algo NATURAL. Sí que será problemático, cuando se convierta en la única herramienta que tengamos para gestionar ese dolor o vacío emocional.
¿Por qué seguimos viendo el sufrimiento como algo malo del que es mejor no hablar? ¿Por que los escondemos tan adentro de nosotros que no somos ni capaces de darnos cuenta que nuestro cuerpo nos está gritando? Necesitamos abrirnos, ir sacando capas y mirar de cara al sufrimiento, ya que él nos puede dar muchas respuestas.
¿Cómo distinguirla?
El hambre del corazón o emocional, a diferencia del hambre fisiológica o de estómago, llega de manera rápida, inesperada, pidiéndonos comer alimentos específicos (como chocolate, patatas, dulces), de manera casi inconsciente y en gran cantidad.
Aquí un breve resumen entre hambre emocional y hambre fisiológica:
Hambre del corazón, una oportunidad de autoconocimiento y sanación
Es importante saber detectar cuándo lo que sentimos es hambre emocional y no física, pero NO para controlarla o eliminarla de nuestras vidas, sino como una oportunidad para silenciarnos, observarnos, atendernos con amor y respeto e intentar descubrir lo que necesitamos.
Por eso siempre digo, que por muchos cambios de alimentación que hagamos, o por muchos alimentos eco o saludables que comamos, primero, es esencial realizar un viaje a nuestro interior para desenmarañar cómo es nuestra relación con la comida. A darnos cuenta qué sentimos realmente.
Solo vamos a conseguir calmar al hambre emocional, cuando pasamos del modo automático al consciente. Al AQUÍ y al AHORA. Podemos conseguir esto al tomarnos un momento para parar, respirar y preguntarme ¿qué siento?, observar lo que hay debajo e identificar qué emoción estoy calmando con comida.
Es necesario ponerle nombre a lo que nos ocurre, a identificar lo que necesito y si hay algo que me molesta o necesito cambiar. Todas las emociones que podemos llegar a sentir en esa situación son válidas y necesarias, y necesitamos abrazarlas.
Algunas preguntas que puedes hacerte:
- ¿De qué me estoy dando cuenta? (Por ejemplo, de que soy muy dur@ conmigo y me autoexijo demasiado, o de que necesito estar sol@, o de que necesito cambiar de trabajo…)
- ¿Qué siento? (Tristeza, rabia, vergüenza, ansiedad…)
- ¿Qué necesito ahora mismo? (Más ternura, silencio, desconexión…)
- ¿Necesito algo de mí mism@ o de otra persona?
Identificar cuál es el estado emocional que me impulsa a comer me ayudará a ampliar mi autoconsciencia y autocompasión.
¿Practicamos?
Es muy importante aprender a comer conscientemente, con presencia y atención, pues de esa manera de alimentarnos surge una sensación de intimidad y conexión. Yo estoy conmigo, me escucho, me atiendo. Por eso, el Mindful Eating o Alimentación Consciente, es una herramienta crucial en este camino.
Jan Chozen Bays, en su libro Comer Atentos, propone un ejercicio para ser más conscientes de nuestra hambre de corazón, y ayudarte a abrazarla:
- Cierra los ojos y respira un par de minutos.
- Hazte la siguiente pregunta: ¿qué comes cuando te sientes triste o solo? ¿Qué alimento te apetece en esos momentos?
- Visualiza esos alimentos.
- Elige uno de ellos, y regálate una pequeña porción.
- Contempla con amor el alimento que tienes frente a ti. Siente agradecimiento por poder tenerlo.
- Come ese alimento muy lentamente y, con cada bocado, imagínate que lo estás enviando a tu corazón, lleno de afecto, compasión y amor. Respira y observa las sensaciones que te produce comerlo así, con ese permiso y ese amor.
Espero que te haya gustado y servido este artículo que he escrito con mucho amor e ilusión, ya que, para mí, este fue y es un auténtico camino de autoconocimiento. Espero que también lo sea para ti. Recuerda que toda emoción es bienvenida y necesaria en tu aprendizaje. NO niegues nunca al hambre del corazón, al revés, aprovéchalo como señal para escucharte, observarte y darte amor.
La solución nunca será restringirse o compensar.