Lo primero que hay que tener en cuenta es que no es una dieta a corto plazo, ni para perder los kilos que nos sobran. Es una forma de nutrirse, una forma de adquirir un patrón dietético saludable que nos ayude a mejorar nuestra salud cambiando la forma de comer. Puede llegar a ser difícil de entender cómo una dieta puede llegar a ser pro inflamatoria o no, sobre todo, cuando esa alimentación la vienes realizando desde hace tantos años y no lo identificamos como algo malo para nuestra salud.
Podemos tener una inflamación aguda o algo más puntual, en términos médicos, es la respuesta a una agresión, ya sea una infección, una herida o una sustancia tóxica. Nuestro sistema inmunitario la pone en marcha para frenar el avance del daño.
Y luego tenemos la inflamación crónica, de la que no solemos darnos cuenta porque lo vemos como algo “normal” y del día a día, pero que puede llegar a ser la madre de otras enfermedades como el cáncer o la diabetes. Enfermedades que se hacen crónicas y se convierten en procesos mucho más complejos a la hora de sanar.
Problemas como la fibromialgia, artritis, inflamación del intestino, alergias, diabetes, etc, pueden mejorar con una buena alimentación que huya de alimentos que favorecen la inflamación y acidifican el organismo.
Pero empecemos por el principio, ¿qué alimentos o sustancias hacen que se genere este proceso de inflamación?
Grasas saturadas y grasas trans: se encuentran en alimentos procesados, comida rápida, carnes, quesos, embutidos, etc. También, un exceso de ácidos grasos omega-6 que descompensan una proporción omega-3 / omega-6 óptima (tiene que haber un equilibrio) lo que favorece los procesos inflamatorios.
Hidratos de carbono refinados: harina, azúcar, arroz, pasta, pan. Estos alimentos elevan los niveles de azúcar en sangre y esto favorece la respuesta inflamatoria del organismo.
Alcohol y tabaco y otros tóxicos; de estos es conocido su poder oxidante siendo importante en el caso del tabaco erradicarlo y del alcohol solo consumir lo recomendado, que es no más de 40-50 g de alcohol al día.
Productos torrefactos y a la brasa; los efectos del fuego en exceso son altamente perjudiciales para la salud, debiendo cambiar las formas de cocinar, empleando la cocción a fuego lento, al vapor o plancha para mantener la calidad del producto.
Alérgenos
Disruptores endocrinos
Consejos generales de la dieta antiinflamatoria
La dieta antiinflamatoria exige tomar más alimentos frescos e integrales y olvidarse de los procesados. Verduras y frutas, pescados grasos, huevos y en caso de lácteos, que sea muy moderado y preferir los de cabra o kéfir (no de vaca). El objetivo es alimentarse con productos ricos en minerales, vitaminas, antioxidantes, fibra y ácidos grasos, en especial omega 3.
Algunos otros consejos a tener en cuenta son:
Incluye en la dieta tantos alimentos frescos como sea posible, y que sean de procedencia ecológica a ser posible.
Come muchas verduras diferentes, frutas y setas, con variedad de colores. ¡Cuánta más variedad mejor!
Consumir especias y en especial cúrcuma, por su alto contenido en compuestos como los curcuminoides, con alto poder antiinflamatorio, antioxidante, incluso antitumoral en células en cultivo.
Come crucíferas regularmente (col, brócoli) por su gran poder antioxidante y depurativo.
Elimina las harinas refinadas, azúcares y otros cereales con un alto índice glucémico e incorporar cereales y alimentos integrales.
Elimina las grasas no saludables y alimentos procesados: margarinas, aceites refinados, fritos, comidas elaboradas con grasas trans, alimentos ricos en grasas saturadas (embutidos, carnes, lácteos de vaca, etc.).
Elimina de la dieta aquellos alimentos que creas que pueden estar causándote sensibilidad alimentaria o intolerancia.
Reduce el estrés, ya que eleva los niveles de la hormona cortisol, promoviendo un organismo acidificado.
Evita el azúcar refinado y todos sus derivados y en caso de necesitarlo, elige mejor melazas de cereal y la estevia.
Incluye semillas oleaginosas y frutos secos, sobre todo las semillas de chía y lino (muy ricas en omega 3).
Reduce el consumo de proteína animal y aumenta el consumo de proteína vegetal: legumbres, tempeh, quinoa, tofu…
Elimina el alcohol, y en caso de consumir, que sea con mucha moderación y de preferencia el vino tinto.
Puedes complementar la dieta con un complemento alimenticio rico en antioxidantes (como la vitamina E, vitamina C, carotenoides, coenzima Q10) y omega-3. Siempre, consulta antes para que te puedan aconsejar dependiendo de tu caso.